"Cada vez que escucha por la radio o ve en la televisión alguna noticia relacionada con los pro.abortistas, lo apaga y con la cabeza agachada sólo puede titubear...."
Ana era una mujer pobre que malvivía allá por el inicio de los años 30. Vendía leche por las casas de un barrio pobre en una Sevilla convulsa. Joven, guapa, alta y con un cuerpo, aunque maltratado por la miseria, perfectamente esculpido. Uno de esos días de frío invernal, un gran coche negro se paró, tras la ventanilla trasera del auto, se vislumbraba a duras penas entre el vaho del cristal un hombre atractivo, bien vestido y una sonrisa brillante. Un minuto, más o menos, estuvo allí con la mirada fijada en ella. Aquel minuto pareció eterno. Ana alertada por una de sus clientas, enrojeció el rostro, se quedó inmóvil.
Tras el paso del tiempo, ese hombre, de apellido Hidalgo, seguía buscando a la apurada Ana. Tras varias conversaciones, vigiladas por las mismas clientas, entre ambos, el Sr. Hidalgo ( señorito ) se atrevió a ir a la casa desordenada de Ana. Allí vivían los padres de ella y seis hermanos, una habitación para los padres y los dos más pequeños y otra para el resto. El joven pidió la mano de la chica al padre entre vasos de vino al calor de la mesa camilla y el padre, ante la posición
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